viernes, 30 de abril de 2010

La picadora de carne

Y sí. Las cosas se dieron tal y como las pensé. Este año el Grupo Clarín no me contrata para la labor que vengo desarrollando desde hace más de cinco. La razón (o excusa) es que hay un nuevo Gerente y que éste trae a su gente.
Por otra parte siempre fue notorio que nunca me puse la camiseta y que no soy el perfil más ortodoxo para la corporación, pero este año, autoconvocatorias y marchas mediantes, blogueando y opinando en cuanto foro pude, quedó claro que considero a Clarín un monopolio. Y a los monopolios no les gusta que se los califique de esa manera.
Así como me hago cargo públicamente de mi pensamiento al respecto, me hago cargo de sus consecuencias. Menos para facturar, desde ya, pero menos sentimientos encontrados también.
Aunque mi actividad no se desarrollaba a nivel periodístico y mi ideología no estaba en juego en el contexto en que desarrollaba mi labor (de hecho, hasta afirmo que lo que hacía tenía cierto impacto social con el cual acuerdo) me venía preguntando ( y no desde ahora, si no desde casi el comienzo de mi trayectoria en el Grupo) si debía o no continuar.
Es que Clarín es una picadora de carne que más allá del análisis político al que está siendo sujeto y objeto en los últimos tiempos siempre afectó a sus empleados.
Conozco gente que abandonó su vocación periodística para volcarse a sectores comerciales, gente que perdió a sus familias en pos de una zanahoria que nunca alcanza, gente que pensaba de una manera y que ahora piensa desde las antípodas.
En fin, lo mío es nada, una pelusa en esta frazada gigante que hay que sacudir para de paso sacudir conciencias.

martes, 20 de abril de 2010

El Puente

Muchas veces, durante muchos años, crucé sólo por un fin de semana el puente. Queda a 230 km de la Capital y me llevaba a un lugar, para mí, casi paradisíaco.
Ahora, desde que se instaló Botnia, asambleístas, defensores del medio ambiente, me impiden llegar a Fray Bentos y su balneario Las Cañas. Hoy, después de muchas idas y venidas, la corte de La Haya dictaminó que si bien Uruguay incumplió con los tratados sobre el río, la pastera puede seguir funcionando ya que no se demostró que contamine. El fallo es inapelable y definitivo.
Entonces, lo que queda, es saber cómo van a reaccionar los asambleístas. Si finalmente van a desistir del bloqueo o van a insistir a pesar de que la medida no sólo no fue efectiva para lograr su cometido (que la fábrica se cierre) si no que además coarta la libertad de circular.
Claro que no me gusta la pastera, posiblemente contaminando las aguas, y seguramente contaminando el panorama visual. Claro que creo en la importancia y el poder de las manifestaciones ciudadanas. Está claro. Sin embargo me pregunto hasta dónde puede llegar el derecho legítimo de reclamar cuando la manifestación del reclamo socava a su vez otros derechos igual de legítimos y valederos.

martes, 6 de abril de 2010

La nota

En Diciembre de 1977, Clarín publicó una nota en la cual, después de aclarar que los cronistas llegaron al lugar con absoluta discrecionalidad, describía un centro de recuperación de subversivos que se habían entregado a las FFAA voluntariamente.
La descripción se ajustaba a un impoluto paraíso terrenal, de paredes blancas, rodeado de jardines (un kitch milico si lo hay) donde los subversivos aprendían a relacionarse de manera saludable con la comunidad. https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEihIoAYzAOFQd8N7_Pu-3FwfkRDqqlEAL1U6cXfYKZVUoIXUanJMO9QNB-t9cjf1yT2JjMKrBh5JiXrFdl-RRF2onwxpInr4Y-KmQ_27JaGZK1iL9B6KoX1G1szfzbhhxLhLR7OFv82xXs/s1600-h/clarin_1977.jpg
Hoy, 33 años después sabemos con absoluta seguridad que esto es mentira. MENTIRA.
También sabemos que esta mentira no es una cualquiera y que puede considerársela parte de una estrategia cómplice y hasta participante necesaria del régimen asesino que nos gobernó entre el 76 y fines del 83.
La nota no estaba firmada por ningún periodista en particular. Era de la "Redacción de Clarín". Es comprensible que muchos trabajadores del diario de aquella época no hayan salido a desmentir la publicación. En definitiva corrían peligro sus vidas.
La cuestión es, ¿qué es lo que impide hoy, en plena democracia, a los cronistas de Clarín denunciar las barbaridades que allí se publican?
¿El temor a perder el trabajo?
¿Miedo a alguna represalia más tremenda que la de perder su puesto?
O lisa, y llanamente, ¿la preponderancia de sus intereses personales por sobre la ética?
Me encantaría que más temprano que tarde, algún periodista del monopolio se anime y ponga la nota, desmarcándose de tantas mentiras.